viernes, 24 de julio de 2015

Fases, ciclos y cuarentonas.

      


Esta noche de insomnio (por suerte son pocas) , he encendido el portátil por primera vez en días . Lo primero que vuelvo a encontrar por ahí es el sentencioso escrito que circula por las redes desde hace unos años , falsamente atribuído a Meryl Streep . Quienes como yo misma os lo sepáis de memoria ya , pues saltáos este copiar y pegar de abajo , y los que no ahí lo tenéis :

      “Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porqué llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere.
      No tengo paciencia para el cinismo, envidias, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Perdí la voluntad de agradar a quién no agrado, de amar a quién no me ama y de sonreír para quién no quiere sonreírme.
      Ya no dedico un minuto de mi tiempo a quién miente o quiere manipular a mí misma u a otras personas. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, lo superficial, la deshonestidad y elogios baratos.
      No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me ajusto más con la barriada o el chusmerío. No soporto conflictos y comparaciones.
      Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible.   En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición.
      No me llevo nada bien con quién no sabe elogiar o incentivar a las personas.
      Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales.
      Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quién no merece mi paciencia“.

      Así nos sentimos muchas y muchos cuando ya hemos dejado atrás los cuarenta , lo que pasa es que no sabemos escribirlo tan bien . La vida es distinta de cuando teníamos veinte , y treinta , y hasta treinta y cinco . Salvo contadísimas ocasiones , hemos aprendido a ignorar a las personas tóxicas , como está de moda llamarlo ahora , antes eran gente petarda e imbéciles , y nos preguntamos con frecuencia si no seremos nosotros mismos una de ellas , cosa que no nos hubiese pasado por la cabeza plantearnos hace unos años . 
      Si somos mujeres y hombres medianamente sensatos como es de esperar a esta edad , o , para que me entendáis , hemos comprendido que ser "bohemio", "rebelde sin causa" , "libre y despreocupado por el mañana" es símbolo de ser guay a los veinte años, pero suena patético y ridículo a los cuarentaytantos , tendremos ya una familia volando del nido , unos padres que envejecen , unos hermanos que se alejan con sus familias propias , que como la nuestra , crece cada día como debe ser , alejándose del núcleo original . 
      Mucha gente me pregunta por mi próximo libro , por la traducción del primero, por lo que hago escondiéndome del "mundo" , por qué he dejado de publicar en Facebook y encima he borrado mis "¿mejores?" posts . Algunos me dicen que olvido felicitar los cumpleaños en las redes , compartir cosas super importantes , poner "me gusta" a todo el mundo para que me los devuelvan ... Y seguir publicando mi día a día en las redes para que los otros lo cotilleen . 
      ¡Ojo! No lo critico . Cuando estoy en otro ciclo , paso horas haciéndolo , y es normal que los conocidos se mosqueen si desaparezco sin más . Los amigos y familiares en cambio , saben que en verano es cuando más trabajo , en mi profesión , no en mi afición , dos mundos que son polos opuestos , moviéndome entre círculos de personas totalmente antagónicas , donde no puedo hablar de ciertas cosas sin que me miren como si me hubiera salido un tercer ojo en la frente , o un segundo en el culo . Me cuesta horrores salir de un mundo para entrar en el otro, aunque es parte indispensable de mi vida , y si se molestan los conocidos que pese a imaginárselo pretenden que satisfaga todas las obligaciones del día , tienen un problema . 
      Casi no puedo satisfacer las peticiones diarias de mis hijos semi adultos para que pase más tiempo escuchándoles en vez de ir corriendo todo el rato de un lado a otro (que realmente, eso es lo más importante ), los de mi pareja para que deje de torrarle la oreja con mis nimiedades y aprenda a amar el trekking , la natación y el ciclismo de carretera , los de mi madre para que escuche todas las partes del cuerpo que le han dolido mientras yo no estaba a su lado y así hacerme sentir fatal , y los de Facebook , Whatsap , y seriespaquito para obligarme a mantenerme despierta más allá de las 22'30h . Porque mi reloj interno cuarentón me despierta sin falta antes de las 7 de la mañana , y la lavadora , la plancha , la escoba y los pelos de gato que ruedan en bolas grises por el pasillo esperan pacientemente a que les llegue el turno antes de que pongan las calles . 
      Así que , a tres días de cumplir 44 años, puedo asegurar que , como en el escrito de quién sea , yo también he perdido la paciencia para soportar lo insoportable . A los amargados que pretenden amargar a quienes se les siente al lado, a los mentirosos y los falsos , (que a mi edad se les cala a la segunda frase) , a las personas de alma negra que por celos , dinero , presunción , o lo que sea , son capaces de destruir una familia con tal de salirse con la suya , ya sea mediante el arte de las críticas , el vacío , la ofensa directa ... y soy yo quién les ignoro de una ficticia patada en el culo. A mi edad , una ya no se molesta en ser hipócrita más que con quién merece la pena , como debe ser . A los demás , el esfuerzo de enfadarme no merece la pena , es su problema , no el mío, y los malos actos siempre acaban pagándose caros . 
      No me merecen respeto las personas que no les gustan los animales , ni las que no leen ni ven películas , y como tengo una edad , lo digo y me quedo tan tranquila . Porque yo tampoco caigo bien a todo el mundo , y ni me importa ni lo necesito . Nadie lo necesita . Quienes a diario presumen en las redes de tener un millón de los mejores amigos del mundo , y las familias más felices , y las vidas más llenas de diversión sin que parezca que trabajen nunca , me dan mala espina porque solo están mintiendo , así que ni me molesto en mirar sus reality shows de Instagram y demás . Al menos los catetos de telecinco cobran por hacer payasadas .
      
      El otoño volverá , y yo volveré a cambiar de ciclo. Pero la experiencia me acompaña en todos ellos . Y lo que una vez, con 20, 30 años , fueron nervios , estrés , enfados , tristezas ... se han ido convirtiendo en silencios y borrones de personas inútiles en mi vida , a las que he conseguido eliminar para siempre .  Mis hijos se emanciparán, en poco tiempo querrán hacerme abuela contra mi voluntad (y con la boca pequeña) , y se impone cambiar de costumbres y malos hábitos adquiridos . Porque las personas importantes son las únicas que se lo merecen , y por quien debo y quiero hacerlo aunque pierda otras en el camino . Si deseo perderlas aunque algo me pinche el alma al reconocerlo , es que no pertenecen a ese nuevo ciclo . Y a nuestra edad , esas cosas se saben . 
      Así que , volveré . A escribir , a responder , a compartir posts y poner "me gusta" en los vuestros . Este verano de calor infernal , disculpadme , pero la vida real me llena todas las horas del día , a mi pesar . 
      

martes, 2 de junio de 2015

Fue en los años del hambre

   
En el año 1964, José tenía treinta y siete años, cuatro más que su mujer, y tres hijos de quince, trece y cuatro. Hacía dos que había perdido todos los dientes mientras trabajaba en el turno de noche, en una fábrica de fundición de hierro. Se cayó de cabeza al pozo mientras limpiaban. Un compañero lo salvó de morir quemado vivo al sacarlo por los pies, pero desde que se recuperó, empezó a beber cada día más y más, y en ese año era casi un alcohólico. 

      Cuando acababa su turno en la fábrica, repartía agua por todo el pueblo con un carro y una mula, propiedad de su padre, que tenía siete más. 
      Pero todo ese trabajo no bastaba para dar de comer a su familia. Su mujer, desde los doce o trece, no lo recordaban bien, trabajaba en la fábrica de aceitunas. Todo el año calzaba unas sandalias de goma, que en la fábrica eran útiles, ya que la salmuera corría por los pies de las mujeres salpicándoles hasta los tobillos, pero en los crudos inviernos la mujer se envolvía los pies en papel de periódico antes de salir a la calle con sus sandalias, porque el frío le hacía perder la sensibilidad en los dedos.
      Sobrevivían gracias a la generosidad de una vecina, la dueña del colmado, que les daba a sus hijos pan con manteca y muchos huevos, que en su corral no escaseaban. Los huevos casi habían matado a la niña mayor hacía unos años. Comía tantos que tuvo un ataque de algo y se llenó de ronchas por todo el cuerpo, además de muchísima fiebre.
      Lo de la segunda hija había sido peor. Con ocho años, justo después de la procesión del Corpus, la niña cayó inconsciente al suelo. José, dando empujones a la multitud, se echó a su hija al hombro, se subió a su bicicleta, y la llevó hasta el hospital de Sevilla, a unos treinta kilómetros. La pequeña estaba tan delgada que el padre pensó que la llevaba muerta ya. De hambre. 
      Le hicieron varias transfusiones de sangre y la estabilizaron. Al cabo de unas semanas, la mandaron a casa recomendándole buenos alimentos. Carne, pescado y verdura. De ésos que no aparecían en las cartillas de racionamiento. 
      El último mazazo de José antes de tocar fondo fue la muerte de su hermano, arrastrado por la miseria de la forma más cruel que se pueda imaginar.
      Cada día, José acababa de trabajar y se metía en el bar a beber hasta que no podía más, hasta que tenía que arrastrarse a su casa y sus hijos ayudarlo a subir y meterlo en la cama. Así no tenía tiempo de pensar, pero la mañana llegaba, y la realidad le volvía a golpear, un día tras otro. 
      A final de semana cobraba en la fábrica, y después de pagar todas las rondas que debía, volvía a casa avergonzado y con los bolsillos vacíos, donde su mujer lloraba sin consuelo y le gritaba que era un borracho. 
      Un cuñado de José, un buen hombre al que quería como un hermano, había emigrado a la isla de Mallorca hacía un año, cuando al fin recibió noticias de él. Le decía que le esperaba. Que allí había futuro. Que le mandaba el billete de barco y lo esperaba con los brazos abiertos.
      —«Vente Pepe, que aquí no hay miseria».
      El hombre no escuchó a nadie más ni hizo caso a los llantos ni las súplicas de su familia. Soñaba cada noche con aquella frase de Paco, y su cuñado era un hombre cabal. Si él lo decía tenía que ser verdad.
      El padre de José había sido conductor de tren, así que el viaje hasta Valencia también lo tenía pagado. Con ayuda de su mujer y las niñas, buscaron un cartón grande y duro, y lo convirtieron en una maleta, que cerraron atándola con cordeles.
      El día de la partida los llantos y las súplicas arreciaron, pero el hombre prefería cualquier cosa, hasta ese drama que le estaba partiendo el alma, antes de ver día a día cómo iban a morir de hambre y miseria, así que no se doblegó, como no volvería a hacerlo jamás durante el resto de su vida. Llevaba el dinero que su madre le pudo dar para comprar uno o dos bocadillos durante el viaje, dos mudas de ropa, y un corazón roto. Nada más. 

(continuará...)
      
      

Desde la última vez ...

     
La última entrada del blog es de hace meses . En este tiempo han pasado muchas cosas , algunas buenas y otras no tanto , como en el día a día de todos . La verdad es que estar en paro es algo que me da muchísimo trabajo . En febrero me volví a encontrar ante la horrible fachada del edificio maldito , rellenando los malditos formularios para cobrar la maldita miseria que no llega ni al importe de una ayuda familiar . 
      No voy a ponerme ahora a debatir sobre si eso debe ser normal o no, lo tomas o lo tomas , apechugas, y llegas a casa bajando un poco el termostato del calentador de agua, guardando en el trastero radiadores hasta dejar los imprescindibles, y diciendo a los presentes que usen menos papel higiénico y que los refrescos , para el fin de semana . Total para nada . En cuanto cobras , los recibos se lo comen todo , si es que el banco no lleva ya diez días avisando de que estás en números rojos . 
      Mi ultima entrada en este blog la titulé "La jaula y el sombrero", y era una entrada triste , una redacción para un taller que sigo , y que sin darme cuenta personalicé porque era lo que ocupaba mi mente en ese momento . 
      No me imaginaba yo en ese momento que la situación con mi madre empeoraría tanto en tan poco tiempo. Sufrió una embolia , y perdió totalmente la cabeza , con lo cual , si ahora encontrara un nuevo trabajo basura debería decidir por primera vez en estos dos últimos años si vale la pena . 
      También han pasado cosas buenas. La gente que lee mi novela sigue diciéndome que les ha encantado, y que esperan la próxima . Y lo mejor es que la editorial Nova Casa me ha comprado los derechos para publicarla en catalán , con lo cual no puedo estar más feliz en este sentido . ¡Si solo pudiera vivir de escribir, no necesitaría nada más!
      Es triste ser pobre , pero mucho más serlo sabiendo que podría haber sido mucho más llevadero . Al cabo de quince años , la fiscalía de menores encontró entre sus montañas de basura insignificante las denuncias por impago de pensión del padre de mis hijos . También por ese lado fue un comienzo de año muy duro . Otro juicio, aunque solo nos citaran como testigos la incomparecencia ya habitual del susodicho, el mazazo de escuchar a cuánto asciende la deuda , y el remate de que digan que lo han investigado y el acusado tiene medios más que suficientes para hacer frente al pago. Y nosotros quince años malviviendo por su culpa, conmigo trabajando en dos sitios a la vez y sin ver a mis niños más que para regañarles por dejar las luces encendidas. 
      Ahora todo eso pasó. Ya no existen aquellos niños. Son dos adultos alegres y responsables , resentidos con su padre, claro , que aún nos vemos nosotros en juicios y él ni para eso se inmuta . Y que no pagará, también lo sabemos . Antes irá a la cárcel . Pero él se perdió tantas cosas, que ningún dinero del mundo le devolvería . 
      Y si yo me he perdido cosas de la vida , como tener amigos , salir, reír incluso, me da lo mismo . Porque yo no abandoné nunca , luché , lloré , trabajé hasta perder la salud y las fuerzas , pero hoy estoy aquí con ellos , lo seguiré estando para siempre , y eso es lo único que importa . 
      Y que mi madre siga dando guerra e impidiéndome escribir a gusto durante mucho tiempo más . 

miércoles, 28 de enero de 2015

Una jaula y un sombrero


      Cuando sonó el teléfono , Marina acababa de llegar de la calle. Aún no se había quitado el abrigo 
 y en su mano , el sombrero de lana que había comprado en unos grandes almacenes por un 
impulso absurdo , pendía olvidado .
      Se aclaró la voz antes de responder . Era un número desconocido , y eso siempre la hacía pensar 
en las empresas que tenían su currículum . Pero era una mujer la que estaba al otro lado de la línea .        
       Una vecina de su madre . Marina se inquietó . No entendía muy bien las palabras arrastradas de 
aquella mujer que sufría Parkinson . La cortó como pudo , y se dejó caer en el sillón más cercano .
      Esa mañana , en lugar de ir a levantar a su madre , había decidido ir a dar un paseo por la ciudad . 
Estaba cansada . Sus hermanos trabajaban , se divertían , salían con sus familias y amigos , y no se 
acordaban de visitar a su madre más que en fechas señaladas .
      Era Marina , la solterona, la que estaba en paro y sin cobrar , la que se ocupaba de la anciana . 
Esa mañana , mamá había ido a contar a la vecina que se había caído en el baño , y que su hija no 
había estado allí . Lo más probable es que no fuera cierto . Su madre la criticaba constantemente . 
Mentía , a sus vecinos , a sus propios hermanos , y Marina no podía pasarse la vida justificándose . 

Era agotador .       
      Las lágrimas corrían por sus mejillas . El periquito empezó a revolotear en su jaula . Un rayo de 
Sol lo había alegrado , y , piando , reclamó la atención de Marina , que se levantó del sillón 
reparando en que aún sostenía el sombrero gris entre sus dedos . 
      Lo dejó caer  y se acercó a la jaula . Quería huir . Irse lejos . En algún lugar del mundo debía 
haber un hueco para ella . Un trabajo, un nuevo hogar . Nadie la echaría de menos aquí . Quizá París 
o Barcelona , tanto daba . Una punzada de dolor le recordó a su vieja madre , sentada en su piso 
húmedo . Seguro que a estas horas , aún estaba sin desayunar ni vestirse . Cogió la jaula , y la acercó 
a la ventana . Abriendo la portezuela , intentó que el perico saliera volando , a un lugar donde 
pudiese ser feliz , donde no existieran obligaciones ni remordimientos . Solo libertad . Pero el 
pajarito , tras pensárselo unos momentos , saltando desde la mano de ella al alféizar , revoloteó 
ruidosamente hacia dentro de la sala y se posó sobre el sombrero gris .
      Marina , con una triste sonrisa y los ojos húmedos , comprendió . Cerró la ventana , se puso el 
sombrero , y cogió la llave del piso de su madre . Su rostro triste y cansado parecía solo el reflejo del 
que había entrado hacía unos minutos en la casa cuando volvió a salir .

lunes, 12 de enero de 2015

PCL 2... los spoilers continúan


[...] Habíamos llevado pan y embutidos, y cenamos a la luz de las velas. Dormimos en una de las enormes y antiguas camas, y al amanecer, antes de que saliera el Sol estábamos levantados, para visitar la capilla e irnos antes de que nadie se percatara de nuestra presencia, ya que por ahora no nos interesaba.
Pablo introdujo la gran llave en el orificio, la giró, y tuvo que empujar con todas sus fuerzas para abrir la enorme puerta. Habíamos llevado una linterna, y dimos una vuelta alumbrados solo por aquel resplandor. Pablo decidió que su estudio estaría allí, una vez derribado el altar. Y abajo, el laboratorio para investigar.
Bajamos a la cripta, donde se encontraba toda aquella estirpe de apellidos rimbombantes en sus tumbas blancas. Cuando todo hubiera acabado, deberíamos buscar un lugar más apropiado para ellos, donde no molestáramos su sueño eterno, y siendo prácticos, donde no estorbaran las paredes.
Lo primero sería limpiar todo aquello. Y encargar cristaleras nuevas para que no entraran más palomas. Mientras organizábamos, oímos un ruido arriba. Pasos. Alguien había entrado. Nos quedamos en silencio y sin movernos. El corazón se me iba a saltar por la boca.
Una luz nos llegó desde arriba de la escalera. Pablo intentó apagar la linterna, pero le temblaban las manos, y se le escurrió. Al caer rodó sobre sí misma, Pablo la cogió rápidamente, le dio al botón que no era, y se encendió la luz roja parpadeante de emergencia. Al fin dio con el dichoso botón de off y la pudo apagar. Se oyeron pasos rápidos. Creímos que se habían marchado y empezamos a subir lentamente, agarrados al pasamanos. Yo iba delante, y al llegar al último escalón, mi mano tocó algo. Una linterna, la misma con la que nos habían iluminado. La cogí sin pensar, cuando volvimos a oír pasos de alguien que entraba. Nos metimos detrás del altar, pero la linterna que tenía en la mano estaba encendida e iluminaba hacia el techo. Los pasos cesaron, y de golpe volvieron a oírse corriendo hacia fuera. No podíamos quedarnos allí, no queríamos que nos descubrieran, y el sol empezaba a salir ya. Dimos un rodeo pegados a la pared y salimos. Vimos una furgoneta blanca, con un rótulo que decía Vidrios Nordiola. Dos hombres estaban dentro. El del lado del pasajero abrió la puerta, se bajó, manoteó un momento, se subió otra vez al vehículo y salieron a toda prisa, dejando abierta la barrera. Cerramos la puerta de la capilla, nos metimos en el coche y nos fuimos a casa. No tardaríamos en saber quienes eran los extraños silenciosos.      
Al cabo de tres días, una periodista llamó a Pablo. Lo que le dijo lo dejó boquiabierto. Era la presentadora de un programa de la televisión local, que se llamaba «Misterios Isleños». Una mujer, la supervisora de una empresa de trabajo temporal que se dedicaba a la contratación de personas con alguna minusvalía, había recibido la visita de dos jóvenes sordomudos de su plantilla, que ella misma había recomendado como cristaleros para una gran empresa. Los chicos habían ido a decir que no querían volver al lugar donde les habían enviado a trabajar.
Le contaron que a las cinco de la mañana, se habían dirigido a la finca «Sa Torre», en el término de Llucmajor. Les habían encargado tomar medidas para las cristaleras de una capilla. Al llegar, la puerta estaba entornada. Uno de ellos llevaba una linterna, que encendió y colgó del pasamanos de la escalera, dejando a su compañero un momento solo, mientras él volvía a la furgoneta a coger unas herramientas.

Pero el que había quedado dentro, salió corriendo del interior. Por el lenguaje de signos, le dijo que había visto luces, primero blancas, y luego rojas y parpadeantes. Que las lucen venían de la cripta, y que él no volvía a bajar ahí. Se metieron en la furgoneta y huyeron sin mirar atrás. La historia había ido circulando hasta llegar a los productores del programa de misterios. Y buscando en internet y en los archivos de noticias locales, habían encontrado los cómics de Pablo que tenían la «Torre Siniestra» como escenario. Querían saber si les concedía una entrevista para el programa. Ya volvíamos a tener problemas. [...]

viernes, 9 de enero de 2015

Más de treinta mil euros

      Cuando el fiscal de menores recitó la cantidad adeudada , la mujer no lo procesó hasta pasadas unas horas . Treinta y un mil doscientos euros, en concepto de manutención impagados . Diez años , a razón de ciento treinta euros por cada uno de sus niños . En la cama , la mujer se miró los dedos deformados por la artrosis . Esos dedos que no tenían más que cuarenta años , destrozados de fregar , tirar , empujar , levantar , acostar ... sus dedos no se podían recomponer con dinero . Ni sus cervicales , ni su alma .
      La primera vez , hacía ya tantísimo tiempo , que le dijeron que "él" "debía" pagar una manutención a sus hijos , la mujer pensó que solo con no volver a verlo nunca más serían felices .             
      Ella trabajó muy duro, pagó las facturas puntualmente.
      Pidió prestado a los allegados en tan contadas ocasiones , que casi ni lo recordaba . —Aunque seguro que ellos sí , —sonrió hablando a sus dedos.
      Los niños habían crecido con arroz hervido y tomate frito , sopa de caldo con trocitos de pollo , y pizzas precocinadas, que también salían baratas .
      Recordaba al menos dos Navidades sin regalos . Los niños lo habían comprendido perfectamente. Y también la ropa heredada , y los zapatos de bazar chino . Por ahorrar , había calentado la casa en invierno con braseros de carbón maloliente protegidos con sillas . A veces , al llevarlos al colegio , había olido su pelo al darles un beso de despedida , y una punzada de remordimiento le cruzaba unos segundos por la cabeza . Quizá un día le llamaran la atención . Nadie usaba carbón ya . Apestaba .
      Pero los niños nunca se habían quejado .
      Todo había prescrito. El tiempo había pasado tan , tan deprisa ... Ese último juicio , en el que habían sido citados como testigos los tres , y al que "él" no había comparecido ... —¿le pasaría algo esta vez ? —se preguntó. —No, suponía que no , como siempre , o como nunca .
      Esta era la primera vez que caía en la cuenta de que ésos miserables ciento treinta euros mensuales por niño , eran muchísimos euros juntos . Ella había ganado más que eso . Había tenido que trabajar mucho , sí . De cuidadora , de limpiadora , de dependienta , y a veces , combinando unos y otros en un mismo día .
      Ahora ya no lo hacía . Corrían malos tiempos , y había mujeres mucho más jóvenes y fuertes que ella buscando trabajo . A su edad ,con su aspecto cansado ... cada vez iba peor todo . Sus hijos seguían en casa . Sin trabajo el pequeño. Con trabajo esporádico el mayor. Pero buenos , poco sociables , como su madre , ahorradores , sin caprichos . Se definían a sí mismos como "anticonsumistas" , que quedaba muy bien . Sonaba a rebelde , a diferente.
      Pero esa noche, la mujer era consciente por primera vez de cuánto dinero eran treinta y un mil doscientos euros cuando se los nombraba así como lo había hecho el fiscal.
      Se sentía más cansada que nunca en su vida . Demasiado dinero nombrado. Pensaba en cuánta gente debía tener eso solo en ahorros , por si "pasaba algo". También sabía que nunca ese dinero llegaría a sus manos . Solo pensar que habían dicho que era suyo , que le correspondía , le sonaba a chino .
      Pero de haberlo tenido mes a mes , quizá los niños hubiesen tenido algún regalo aquellas primeras Navidades , y muchísimos más cumpleaños , celebrados solo con risas y bizcochos caseros .
      Ella había renunciado a los regalos desde el principio. No quería nada , porque nunca sabía cuándo el valor de un bolso , un libro o un perfume podía ser una factura de teléfono , o una compra del supermercado .
      Más de treinta mil euros que nunca vería , y una vida de penurias que no podían deshacerse . Pero esa noche durmió casi sonriendo . Le sonaba a música , aunque no fuese a cobrarlos nunca . Ahora resultaba que alguien "le debía" más de treinta mil euros , al menos mientras lo quisiera creer ...