martes, 1 de abril de 2014

Pues vale, hablaré de mí...



Es casualidad, pero desde hace una semana, no hace más que salirme por todos lados información sobre cómo debo y no debo hacer las cosas. Por lo visto, este blog es demasiado impersonal, si no tengo más seguidores es porque aparte de copiar fragmentos de lo que escribo como un anuncio publicitario, nadie encuentra en él nada que le diga algo sobre mí. 
Pues bien, son las 2'30 de la madrugada, y, como tantas noches, estoy escribiendo. Es la mejor hora para mí. Y hoy me he decidido a hacer caso a los consejos, tanto de bloggers expertos como de amigos que me han hecho reflexionar sobre que en ésta forma de vida, no puedo vender mis "productos", sin contar qué clase de persona se esconde tras ellos. 
Sin florituras ni dramatizaciones. Además, contaré lo que me salga de las narices. 
Soy una persona de grandes, grandísimos contrastes en mi vida. No sé por qué, pero yo disfruto poco de los colores del arco iris. En mi vida hay cosas o muy buenas, o muy malas. En medio, poca cosa.
Por ejemplo, fui una niña muy feliz, (qué frase tan manida), y, a los quince años, el mundo se volvió del revés, y ya no quedó nada. Ni el polvo. 
Tuve que dejar los estudios, aunque lo intenté hasta dos años más tarde, pero era imposible. 
Volví al instituto a los 29, y los profesores me animaban a seguir, a estudiar una carrera, pero las circunstancias me obligaron a quedarme con un auxiliar de enfermería. 
Como contraste a lo que me trasladó en el tiempo de los 15 a los 29 años, con lo cual yo nunca fui una joven, esa época no ha existido en mi vida, tuve dos hijos que compensaron con creces todas las cosas malas de mi vida. 
El dolor, el cansancio, el llanto, todo quedó compensado. 
Me quedaron secuelas de por vida, pero después de sobrevivir, debería importarme muy poco lo que la gente que no me conoce juzgue de mí. 
Eso fue un problema durante mucho tiempo. El rechazo de la gente, más o menos descarado, la baja autoestima, incluso la compasión de los bienintencionados me convirtieron en alguien que rehuía las relaciones sociales. 
Pero hay que llegar a los 40 para que realmente no te importe una mierda lo que digan o piensen los demás, os lo aseguro. 
Después de doce años trabajando en la profesión que buenamente pude conseguir robando horas a todo, un día todo explotó. 
La crisis laboral, (dos años cobrando con cuentagotas cada dos o tres meses y mentiras de los jefes) se unió a una personal. Me vi trabajando en un lugar que odiaba. A personas que apreciaba les contestaba mal, en casa lloraba, me puse muy enferma y cada dos por tres estaba de baja. Llegué a pensar cosas horribles, estaba hipocondríaca, y todo era psicosomático. 
También tengo secuelas de eso, contracturas crónicas, y una artrosis mecánica (significa de forzar las articulaciones más de lo que debes). 
La artrosis es lo peor. Ya no podré volver a trabajar en según qué puestos, y mis dedos me hacen avergonzar a veces, porque están retorcidos e hinchados. En cualquier entrevista de trabajo, con 42 años y viendo mis manos, en cuanto salgo tiran mi currículum a la basura. 
Como sabéis, me encanta escribir. Y lo que más me gustaba era llenar libretas y libretas con una letra preciosa que me encantaba a mí misma, y más que la gente me lo dijera . Ahora, solo puedo escribir la primera línea. La segunda empieza a tener tirones en las letras, y a la tercera, mis dedos se agarrotan y tengo que parar. Es una suerte vivir en la época de los teclados...
Ese es uno de los motivos por los que, cuando me quedé en paro, encontrando trabajos esporádicos, retomé la escritura, y mi familia y amigos me animaban a intentar escribir como medio de ganarme la vida. 
Al principio, todo era entusiasmo y horas de trabajo. Poco a poco, fui conociendo el mundo editorial, y al final me he dado cuenta de que para ser escritora y ganarse la vida, no vale una puñeta que escribas cosas buenas o malas. Es que tienes que vivir en un determinado ambiente, ser una persona en concreto... o nunca te van, no a editar, sino ni siquiera a leer. 
Pero este es mi blog, y me dicen que me dé a conocer, que cuente quién soy, y qué sentido tienen éstos párrafos o parrafadas que escribo y que algunas tienen docenas de visitas, la mayoría porque comparto cada entrada en Facebook, pero que no aumenta en seguidores públicos. 
Es que hay blogs buenísimos, súper profesionales, y yo ni siquiera sé casi nada de informática para hacerlo atractivo. 
Así que espero que a los curiosos, os haya gustado lo que he escrito hoy, y que no dudéis en preguntar lo que queráis, sobre lo que escribo, por qué escribo sobre terror, o misterio, o si queréis, sobre mí misma. A eso responderé quizás con reservas..
Ya sabéis que se puede comentar de forma anónima, ni yo puedo saber quién ha sido, (a no ser que sea mi hermana, claro).
Si seguís mi blog, si me comentáis o preguntáis, a lo mejor me animo un poco. Aunque sea para decirme que pensáis que soy una gilipollas. ¡¡Tengo una altísima tolerancia a la frustración!!. Me estoy pasando de sincera, pero a estas horas y con el diazepam no se puede esperar mucho más... aunque a lo mejor aún me tomo un café y me pongo con el segundo capítulo de mi nueva novela... bona nit!


4 comentarios:

  1. Bueno, pues cuenta: ¿por qué escribes sobre terror? ¿no basta el que ya hay en la realidad? (recuerdos a tu hermana).

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  2. Buenos días. Escribo sobre terror y misterio porque es algo que me encanta desde pequeña. MUY pequeña. Al principio fue Bécquer. Con unos nueve años leí tantas veces sus Leyendas que me las aprendí de memoria. Sobre todo "El miserere", y "El monte de las Ánimas", eran mis favoritas. En el colegio, las maestras, empezaron a mirarme raro, porque les preguntaba quiénes eran los Templarios, qué era un miserere, y una monja a la que yo le caía en gracia me lo enseñaba todo. Un día, en una tienda de chuches y trastos varios adónde iba a comprar con una amiga, vi una canasta llena de libros usados. Uno de ellos tenía una portada terrorífica. Se llamaba "El resplandor". Era muy barato, así que lo compré y lo escondí en mi cuarto. Lo leía a escondidas, y ahí descubrí a Stephen King. Además, tenía una imaginación bestial, y me gustaba contar historias que impresionaran a la gente, (como todos los niños). Descubrí que si contaba que en mi casa había un fantasma, o que en el cementerio un día había visto una sombra moverse... ( hasta los 22 años nunca fui al cementerio, no sabía ni cómo era...), las niñas se quedaban embobadas escuchando, y me pedían más... de esa forma tan tonta empezó todo. A cada tonto le da por algo... para mí, el miedo es divertido, ¡incluso a veces el real!

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  3. ...¿por qué una rata mala? ¿tiene algo que ver con la novela gráfica de Bryan Talbot?
    Gracias.

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  4. Si, me siento muy identificada con la protagonista, Ellen, aunque en mi caso no tiene nada que ver mi padre en el asunto, ¡que es un santo! A lo mejor más tarde respondo en un nuevo post a eso... Gracias por leerme!

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