domingo, 9 de marzo de 2014

Aprender a escribir



      Escribo mucho menos de lo que leo y estudio. Simplemente, porque me gusta. Me gusta aprender el oficio de escribir, y una vida entera no basta si luego no tienes talento, como es mi caso, para poner en práctica lo que aprendes.
      Escribir a tontas y a locas me sale a golpes de inspiración, e incluso de pequeña, cuando eso aún era válido como excusa para la falta de talento, me valió algún premio escolar. Ahora que me lo tomo en serio, resulta que aprender me lleva tanto tiempo, que casi no me deja tiempo para escribir. Además de la gramática, la ortografía, el vocabulario, la creación, el estilo, está llevar por delante toda la Literatura del mundo. Algo tan inalcanzable como la Luna.
      Tienes que estar al tanto de las novedades, si un género triunfa, debes leerlo y estudiar las claves de ese éxito, tanto si te gusta como si no. Además están las lecturas obligatorias, esas que no puedes saltarte desde los Salmos hasta Sartre. Los talleres, debates sobre una lectura, comprender a tal escritor "maldito"... y luego a pensar en todo eso. Total, que a veces son las dos de la madrugada cuando de golpe se te quita el sueño y escribes un párrafo entre cafés para espabilarte, porque mañana no podrás,  tienes seis libros por acabar que son imprescindibles para que aprendas algo sobre seis genios que tenían el talento que a ti te falta.
      Un día empiezas a ser crítica de verdad. Con conocimiento de causa porque has leído millones de textos, no porque te hayas vuelto más inteligente. Y te avergüenzas de tus viejos tópicos, cuando aún te las dabas de "culta". Eso pasa cuando se es joven e inculto, así que te perdonas a ti misma, pero entonces caes en la cuenta de que gente a la que admiras te han inculcado equivocaciones que han germinado, nacido y crecido, y luego debes replanteártelo todo de cero y arrancar la mala hierba.
      Un tópico de ignorancia, o tal vez de envidia, es cuando alguien te tira un artículo que acaba de leer diciendo:
      -¡Será pedante! Tiene que citar a Joyce (por ejemplo), para dárselas de culto...
      A mí me quedó eso, lo de la pedantería, como un defecto gravísimo a evitar. Cuando escribo, y me faltan las palabras, la expresión adecuada, el sentimiento correcto que se debería aplicar a una situación, y me viene a la mente (o a la mano, porque busco en uno de mis manuales sobre escritura qué dijo tal autor sobre eso que a mí no me sale explicar), me doy cuenta de que si lo citara, al menos en mi caso no sería un acto de pedantería o de ¡toma qué lista soy, mirad a quién estoy nombrando!, sino al contrario, reconocer que mi talento es tan limitado que necesito apoyarme en los verdaderos escritores para que a través de ellos el lector comprenda lo que yo no soy capaz de transmitir.
      Hace poco, ojalá hubiera sido hace muchos años, tengo una maestra particular de Literatura. Ella me da un libro y me dice:
      -"Ahora toca éste". Alguno lo miro con aprensión y tuerzo la boca pensando:
      -"¿De verdad tengo que tragarme esto?"
      El último, "Memorias de una joven formal", de Beauvoir.
      A mitad de la novela, tras el hastío de no comprender por qué debía leerlo, empecé por el principio con la libreta y el boli en la mano.
      La verdad es que a Beauvoir, sus tres carreras y su inteligencia sabe Dios hasta qué punto ilimitada, le habían ayudado tanto como el talento innato para escribir. Limpia, pulcra, impecable... hasta ahí podía comprenderlo. Pero si hasta entonces no avanzaba en la lectura y no comprendía por qué, era por algo que había pasado por alto hasta que una madrugada abrí los ojos en la oscuridad y lo vi claro.
      Simone me caía fatal. Y había sido ELLA quién se lo había currado. Por eso me estaba costando tanto leer aquellos primeros veinte años de su vida.
      No lo había entendido hasta esa madrugada. La adoré, idolatré y veneré. Empecé a tomar notas de cada pasaje desde la primera línea.
      Me di cuenta de que cada palabra no estaba estudiada solo en su estilo y forma, en su lenguaje, sino en el mensaje oculto que quería transmitir. Increíble.
      Así que si algún día la cito en un texto, no me sentiré pedante, sino que humildemente estaré diciendo:
      -"Ella tenía el don que a mí me falta de transmitir lo que deseo que sienta quién esto lee".

2 comentarios:

  1. Sigue, no te canses, ya veras que te va a salir un libro,mara-villoso.

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  2. Quizá, algún día... ¡gracias por leerme!

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