martes, 11 de junio de 2013

Una novela. LA LEYENDA DEL CONDE MAL

      Durante los últimos cuatro meses, he dedicado muchas, muchísimas horas del día al reto de escribir algo más complejo que historias para vosotros, mis amigos. Quería escribir algo para mí. Como sabéis, me encantan los misterios, así que me inventé un cuento. Siempre me ha atraído la leyenda del "Comte Mal", y los interrogantes en torno a él. Por ejemplo, el romance que se ha estado cantando en la Sierra de Tramuntana durante siglos, el que reproduce una conversación entre el Conde y su esposa, es un misterio como un campanario. El Conde no tuvo hijos, con ninguna de sus dos esposas. Así, que, si el testimonio oral más famoso contiene un dato erróneo, ¿qué es verdad?
      Tras buscar y abrumarme de información contradictoria, sobre todo a través de internet, de la vida y milagros de Ramón Zaforteza, empecé a inventarme una. Ayer la acabé. No creo que tenga ninguna semejanza con la realidad, pero yo he disfrutado al escribirla.


                               LA LEYENDA DEL CONDE MAL  


Por Mª Carmen Alcázar Rodríguez                                          



                                                 PRÓLOGO            


La isla de Mallorca ha sido, durante la mayor parte de su historia, un lugar peligroso para vivir. Vista desde nuestro siglo XXI, es difícil de creer que durante largas épocas, en tiempos pasados, aquí reinara el caos y el terror, que hasta en las las casas más modestas se cerrara con gruesas trancas y que nadie saliera a las calles después de caer el sol.
Desde el principio de la Historia, las conquistas y reconquistas convirtieron a los pobladores en víctimas de los que se erigían en dueños y señores de la isla, ya fueran moros, cristianos, reyes o inquisidores. Un pueblo que jamás ha sido libre, al que se le han inculcado por la fuerza nuevos orígenes y principios una vez tras otra, siempre bajo el yugo de los poderosos.
La insularidad, el aislamiento, y como he dicho, el peligro que acechaba en todos los rincones por las más diversas causas, hicieron que los isleños adquirieran un carácter muy especial. Se refugiaban en la religión esperando que esta les amparase en sus desdichas, y vestían de superstición todo aquello que no comprendían. La mezcla dio lugar a un cóctel peligroso, y que en los tiempos de la Inquisición provocó que ésta instalara un cuartel general en Palma, donde se pusieron las botas cazando infieles, brujas y herejes.
La historia que voy a relatar no es más que el fruto de esa confusión que une lo divino a lo terreno. Los nombres, en su mayoría reales, no se corresponden con los hechos que se atribuyen a sus propietarios. Yo lo calificaría de “ficción histórica”.
Existe abundante documentación de la existencia del apodado y demonizado “Comte Mal”, entre otros, dos libros, de los que solo he querido saber por encima su contenido. Me puse a soñar cómo podría haber sido la vida de Ramón Zaforteza, y decidí que no iba a basarme en los pocos hechos verídicos conocidos, sino en mi imaginación.
Nacido el 15 de agosto de 1627 y fallecido -presuntamente, el 25 de octubre de 1694, su vida y leyenda, terrible y misteriosa, está totalmente confundida con la del Comte Arnau, otro aterrador caballero que vivió dos siglos antes en Catalunya, así que me he servido en bandeja los ingredientes necesarios para hacer de todos los datos recopilados un cuento a mi gusto. Que nadie se ofenda, ni condene mi escrito. No es mi intención poner en peligro la verdadera historia del Conde de Formiguera.
Solo hay que dejar volar la imaginación, mientras se contempla la isla desde el Puig del Galatzó, la montaña maldita, cogiendo con la mano un poco de la tierra que él pisó, dejando entrar en los pulmones el aire hechizado que respiró Ramón Zaforteza; rozando con los dedos los agujeros en la piedra viva, en el lugar apartado de la casa por un kilómetro de distancia, llamada “s’argolla”, y que es la huella real e imborrable de las torturas a muerte que infligió a sus enemigos como poseído por el mismísimo diablo.


Nadie sabrá jamás a ciencia cierta quién y cómo fue en realidad el Conde, así que permítanme inventarle una nueva historia...


                               ROMANCE DEL “COMTE MAL”
                     (Traducción libre del original en mallorquín)


-¿Qué veláis tan sola, mujer leal?
-¿Qué veláis tan sola, mi mundo irreal?
-Yo no velo sola, ¡Válgame Dios!
-¿A quién tenéis por compañía, mujer leal?
-A Dios y la Virgen María, mi Conde Mal
-¿Dónde están nuestras hijas, mujer leal?
-En sus camas están durmiendo, mi Conde Mal
-¿Me queréis dejar verlas, mujer leal?
-Vos las aterrorizaríais, mi Conde Mal
-¿Con qué las aterrorizaría, mujer leal?
-Con las llamaradas de fuego, mi Conde Mal
-¿Qué lleváis en la mirada, mi Conde Mal?
-Malas cosas que he mirado, mujer leal
-¿Qué os retuerce la nariz, mi Conde Mal?
-Malas cosas que he olido, mujer leal
-¿Qué lleváis en los oídos, mi Conde Mal?
-Malas cosas que he oído, mujer leal
-¿qué tenéis en la cabeza, mi Conde Mal?
-Malos pensamientos que he tenido, mujer leal
-¿Qué os pasa en las rodillas, mi Conde Mal?
-De estar mal arrodillado, mujer leal
-¿Y qué os ha pasado en los pies, mi Conde Mal?
-Muchos tropiezos que he dado, mujer leal
-¡Oigo ruido de cadenas, mi Conde Mal!
-Son de mis caballos negros, mujer leal
-¿Les quiere dar cebada, mi Conde Mal?
-No viven ellos de cebada, mujer leal
-¿Me quiere decir de qué viven, mi Conde Mal?
-Viven de almas condenadas, mujer leal
-Canta el gallo, mal espíritu... ¿no te vas?
-Canta el gallo, ¿y no te vas? ¡es medianoche ya!
-Decid por donde he de salir, mujer leal
-Por donde mismo hayáis entrado, mi Conde Mal
-¿Por las juntas de las puertas, mujer leal?
-¡Por las juntas de las puertas, mundo irreal!


Esta inquietante aparición del Conde a su amada Catalina se producía en las noches de luna nueva, y dio lugar al romance que se cantaba hasta hace poco en la zona. Yo la oí entonar, triste y lenta, a una centenaria abuela de Puigpunyent. En el muro del caserón, hasta hace poco se encontraban huellas ennegrecidas por donde salía el fantasma de Ramón Zaforteza a lomos de su caballo negro. En las noches de invierno, ante el fuego de la chimenea, los campesinos contaban ésta y muchas más historias, heredadas de padres a hijos, y que dentro de muy poco desaparecerán para siempre. Sus antepasados, campesinos del predio, vieron cabalgar al Conde y su caballo en la oscura noche de noviembre, casi siempre en la víspera de Difuntos, iluminados por un halo verde. El olor a azufre les seguía del mismo Averno, y se esparcía con el viento helado. Poseído por su propia maldición, que le obliga a no abandonar sus tierras jamás, los cascos de su caballo al galope se oían por todo el Galatzó. En la fachada de la casa, a la derecha de la capilla, una coz de su caballo negro dejó su huella enfurecida en la piedra viva, que aún se puede contemplar hoy.

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